«Only three types of people tell the truth: kids, drunk people, and anyone who is pissed the fuck off." — Richard Pryor»

martes, 20 de septiembre de 2016

ME DESCONOZCO.

Esta es una carta dirigida a esa yo que quedó del otro lado de la línea, esa que tracé pese a mi negativa, pese a que aún hoy ninguna parte de mí hubiese deseado jamás tener que trazarla. Nunca imaginé que al extender esa delgada línea que marcaría un final, me dividiría en dos.

A ti, (a mí) que estás del otro lado, con tu dulzura, inocentes ilusiones, cariñosos detalles, sonrisas sinceras y sin motivos, espero que te apures en cruzar a este lado (rencoroso, desconfiado, cínico, pesado y apático) a hacerme compañía, a suplantarlo.

Si tú (yo) me miraras fijamente a los ojos tal vez me reconocerías, pero de ser así, las lágrimas nos invadirían el rostro. “¡Cuánta desdicha!” exclamarías al verme. “Te envidio aunque seamos la misma persona en tiempos distintos” respondería.

Confieso que no quiero querer a nadie de ninguna forma y eso me entristece. Así como el amor (o la ilusión de ello) llena cada espacio del alma, el desamor deja un vacío tan grande que hace dudar de la existencia del mismo.

Conozco a quien me mira del otro lado de la línea (a ti, a mí) pero no reconozco los ojos que me miran cuando veo mi reflejo en el espejo, me causa pavor reconocerme actualmente, me da miedo que esto sea permanente. 

martes, 30 de agosto de 2016

EL COLCHÓN DE LA SEGUNDA PLANTA

Unos meses atrás el aire acondicionado de ventana de mi cuarto explotó. Sí, así mismo: ¡Boom! Una noche mientras me encontraba en medio de un sueño sin sentido, hubo una  pequeña explosión por causa de un cortocircuito y mi viejo aire acondicionado se prendió en llamas. 
Después de unos cuantos segundos de caos y apagado el fuego, no me quedó de otra que acostumbrarme a dormir con el aire acondicionado central de la casa, lo cual para sorpresa de todos, terminó resultando ventajoso ya que el mes siguiente al incidente, al llegar la factura de la electricidad, descubrimos que éste consumía menos energía. Pero para desgracia del que paga las cuentas, esto no duró mucho porque días después de la llegada de la maravillosa factura, el aire acondicionado central se dañó por razones aún desconocidas, y yo nuevamente, me quedé sin aire acondicionado.
Los primeros días no fueron tan malos, a la semana ya no soportaba el calor que emanaba de mi cuarto. Y sin pensarlo demasiado, decidí mudarme a la segunda planta, donde dormiría en un sillón.
Desde entonces, todo fue “mejor”. Tenía un espacio que me aislaba del resto, tenía un lugar desde donde podía ver el atardecer, que se prestaba para picardías, donde no se escuchaban los gritos ni peleas, donde podía descansar tranquilamente. Sin embargo, la incomodidad del sillón se convirtió en un problema que resolví momentáneamente con un viejo y roto sofá-cama que se encontraba en una esquina de la habitación.
Lamentablemente, a menos que tuviese con quien acurrucarme en tan reducido espacio, el sofá-cama era casi tan incómodo como el sillón. Así que con ayuda subí el colchón de mi cama al segundo piso el cual fue bajado al día siguiente con la excusa de que “ese espacio no me pertenecía”.
Después de una hostil conversación, la segunda planta fue reconocida como mi espacio provisional, sin embargo, no conseguí que nadie me ayudara a subir mi colchón otra vez, de modo que me resigné a dormir intercalando mis noches entre el sillón y el sofá-cama. Y fue así hasta el día de hoy.
Entre el malestar emocional-sentimental y el cansancio producto de una larga jornada laboral, una siesta parecía ser lo más sensato. Pero después de despertar unas horas después con mayor pesadumbre que antes, me invadieron dos interrogantes: ¿Por qué tengo que despertar todos los días como si no hubiese descansado en toda la noche? ¿Por qué tengo que resignarme a vivir con dolor de espalda por dormir en una posición incómoda?
Al final, una cosa es no poder cambiar el hecho de que otros sean como son y otra muy diferente es sufrir por creer que no tengo la capacidad de remediármelas yo misma. Así que si tanto quiero vivir lejos de ellos, tengo que comenzar por no necesitarlos, de modo que decidí subir sin ayuda de nadie mi colchón por las escaleras. Era simple, si lograba subirlo sin recurrir a segundos, estaba lista para vivir sola, si no lo lograba…me tendría que resignar a tener de por vida un roommate.
Después de poner a prueba mi fuerza bruta y mi voluntad, puedo decir que un colchón puede a ser realmente pesado y subirlo por unas escaleras muy estrechas y empinadas es muy complicado. Sin embargo hoy, después de mucho tiempo, voy a dormir cómodamente y con la satisfacción y seguridad de que si mañana al llegar del trabajo mi colchón se encuentra otra vez en la planta baja, voy a volverlo a subir a la segunda planta sin ayuda de nadie.


domingo, 23 de agosto de 2015

COMUNICADO DE SU MAJESTAD

No quiero que me idolatres, eso me pone nerviosa.

Es inevitable que al principio todo sea color rosa. Te he dado la oportunidad de que me conozcas y he sido tan sincera y abierta cómo mi naturaleza desconfiada lo permite, pero entiende que aún es muy pronto para que creas conocerme.

Conozco mis demonios internos y sé que éstos no se muestran tan fácilmente. Por ende, no creas que puedes aceptarlos ni mucho menos lidiar con ellos cuando aún no los has conocido en persona.

Mis opiniones sobre diversos temas y aspectos de la vida son apenas una mínima parte de quien soy. Dudo que eso te pueda dar una idea totalmente certera de mi forma de afrontar el día a día.

Lo que te digan una o dos de mis amigas tampoco es muy confiable, cada una tiene una forma bastante única de apreciarme.

Realmente me alegra que simplemente te agrade todo lo que has visto de mí hasta los momentos, pero inconscientemente (aunque muy evidente a mis ojos) me estás poniendo en un altar.

Y por favor, no lo hagas. Estás poniéndome un gran peso sobre mis hombros. No quiero decepcionarte pero no pretendo frenar ni pretender algo que no me nace.


Si en verdad me has llegado a apreciar, no saques conclusiones sobre mí de forma acelerada y hazte la idea de que soy humanamente imperfecta. 

AL PRIMERO:

No te puedo querer más de lo que me quiero a mí misma, ni mucho menos quererte cuando tú no quieres que te quiera.

Durante demasiado tiempo dejé a un lado mi orgullo y permití que fuera pisoteado innumerables veces. Hice la vista gorda a tus desprecios y desplantes, me menosprecié en más de una ocasión y me arraigué a la idea de que siempre estaba atrás o por debajo de ti.

Qué tonta y tan poco propio de un león, lo sé.

Mi error y culpa fue aceptar todo y aún así seguir abriéndome cuando tú no hacías más que cerrarme la puerta en la cara. Aún pretendes jugar a ilusionarme, creyendo que siempre estaré ahí esperando por ti.

Lo lamento por ti.

 “We accept the love we think we deserve” – Stephen Chbosky

Dejé que el vaso se colmara y luego que se derramara gota a gota. Hoy, ya empapada y con un desastre colosal que limpiar, me cansé de mendigar un amor que se queda corto con respecto a lo que merezco. No merezco tu indiferencia ni tus maltratos. No merezco el vacío que me queda por dentro cada vez que estoy contigo. No merezco que me hagas sentir menos, que soy “otra más del montón” ni mucho menos que no valgo tu tiempo.

Y créeme, lo lamento por ti. Porque por fin comprendí que no me mereces.

No mereces mi cariño ni mi atención. No mereces mi tiempo, mis lágrimas ni mi preocupación. No mereces mis noches en vela, ni mucho menos mi pie de limón.


Si en algún momento me prestaste atención, sabrás que tienes la ventaja de que no soy rencorosa, que tarde o temprano dejo ir las cosas. Pero también sabrás que el cariño jamás será igual ya que una vez que rayas una hoja de papel, por más que intentes borrarla, quedará la marca. 

Tú te lo pierdes, cariño

lunes, 29 de diciembre de 2014

2014

Quienes en verdad me conocen, saben que soy una entusiasta de las listas, notas y cartas. Usualmente las escribo con el fin de organizarme y a la vez dejar constancia de mi yo presente y de mis expectativas con respecto a diversos temas.

Anoche decidí hacer una lista de todo lo que aprendí este año. En un principio pensaba que estaba lejos de ser considerado uno de los mejores de mi vida y que debido a las pocas nuevas experiencias se podría decir que desperdicié mucho mí tiempo. Al final me di cuenta que a pesar de ello, fue un año muy provechoso en cuanto a aprendizaje tanto académico como personal. He aquí lo más resaltante:

1. Atreverse sin pensarlo mucho, vale la pena. Entre más espontaneo sea, más durará la sonrisa. 

2. Cuidar a las personas que quieres está bien pero ponerlas por encima de ti, tus intereses o paz personal, no lo está. El egoísmo y el amor propio son cosas totalmente diferentes. 

3. Evadir las responsabilidades que no te gusten no sirve de nada. La clave está en sacar lo mejor de ellas y si no es posible, acompañarlas con algo que te guste. 

4. Para todo hay tiempo, siempre y cuando sepa distribuirlo. 

5. Al discutir con alguien, bájale dos al drama y tómate las cosas con calma. De esa forma saldrás bien parada.

6. Puedes verte tan bonita o fea cuando quieras. Cada quien decide cuan alto o bajo quiere que sea su perfil. 

7. Nadie es inmune a desatornillarse por alguien. 

8. Huir no es la clave para superar algo o a alguien. Por más doloroso que sea, es preferible afrontar la situación y permitir que sea el mismo malestar el que ayude a sanar. 

9. No hay que tener en un altar a nadie. 

10. Entre más independiente seas, más satisfacciones tendrás.

11. Bajo ninguna circunstancia debes menospreciarte por nadie. 

12. Las primeras impresiones pueden engañar.

13. Es preferible no mezclar tus grupos de amigos. 

14. Las putas sufren y lloran, pero siguen siendo putas. Si puedes ayudar, ayuda pero siempre recuerda que un tigre no cambia sus rayas. 

15. Ser adulto no implica que nunca más disfrutarás de la inocencia de la infancia. Lo harás, pero desde otra perspectiva.

¡Tequila para el 2015!

viernes, 12 de septiembre de 2014

LO ÚNICO QUE SUPE DE KAZUKA

Nadie sabía por qué lo llamaban Kazuka y sólo unos pocos conocían su verdadero nombre. Huérfano de madre, Ernesto lo acogió en su casa cuando apenas contaba con doce años. 

Por una larga temporada vivió en el pueblo de San José bajo el mismo techo que la pequeña hija de Ernesto, Gigi, a quién solía pasear en el cochecito y le cantaba canciones de cuna.

Con el pasar de los años, el relleno, moreno y bajito Kazuka se fue de la casa de esa madre que no era suya. De él sólo se supo que pasó temporadas trabajando en una que otra hacienda y que luego vendía aliño y orégano molido.

Le llegó a enviar a Gigi tortas para su cumpleaños y cuándo ésta cayó enferma, él no encontró el valor de ir a verla pese a que siempre decía a todo el que la conocía que pronto iría.

En vida nunca la volvió a ver y entregado a la bebida él también se fue después. 

-

La primera vez que escuché de Kazuka, fue de la boca de mi abuela. Para ese entonces ya ni mi madre ni él rondaban por este mundo.

Lo que me causó mayor impresión fue el hecho de que pese al cariño que ambos se tenían, nunca llegué enterarme de su existencia por mi madre.

Ciertamente no me interesa la relación entre mi madre y ese personaje, sino el hecho de que ella nunca me haya hablado de él.

Es cierto que nos cruzamos con cientos de personas a lo largo de nuestras vidas y es normal que consideremos innecesario recordar a todas y cada una de ellas y mucho menos contarle a otros la conexión que llegamos a tener con cada uno de esos individuos.

Tal cosa me hizo caer en cuenta de que nuestra existencia es mucho más efímera de lo que parece ya que no se necesitan un montón de años después de nuestra muerte para que inicie el proceso de ser borrados de este mundo.

Este proceso de ser olvidados en el tiempo comienza mucho antes de nuestra desaparición terrenal, y muchas veces es por parte de personas que han sido muy allegadas a nosotros, a quienes les hemos tenido gran aprecio o incluso, con personas con las hemos llegado a vivir bajo el mismo techo.  

Y esto se debe a que de forma consciente o inconsciente, no consideráramos necesario volver a mencionar a ese alguien a otros, de manera que en algún momento el tiempo se encargará de simplemente desvanecer la existencia de tal relación.

Conclusión: Podemos ser una parte importante en la vida de alguien pero en algún punto, a los ojos de otros, no haberlo sido nunca. Y así, poco a poco nos vamos borrando