Nadie sabía por qué lo
llamaban Kazuka y sólo unos pocos conocían su verdadero nombre. Huérfano de
madre, Ernesto lo acogió en su casa cuando apenas contaba con doce años.
Por una
larga temporada vivió en el pueblo de San José bajo el mismo techo que la
pequeña hija de Ernesto, Gigi, a quién solía pasear en el cochecito y le
cantaba canciones de cuna.
Con el pasar de los años, el
relleno, moreno y bajito Kazuka se fue de la casa de esa madre que no era suya.
De él sólo se supo que pasó temporadas trabajando en una que otra hacienda y
que luego vendía aliño y orégano molido.
Le llegó a enviar a Gigi
tortas para su cumpleaños y cuándo ésta cayó enferma, él no encontró el valor
de ir a verla pese a que siempre decía a todo el que la conocía que pronto iría.
En vida nunca la volvió a
ver y entregado a la bebida él también se fue después.
-
La primera vez que escuché
de Kazuka, fue de la boca de mi abuela. Para ese entonces ya ni mi madre ni él
rondaban por este mundo.
Lo que me causó mayor
impresión fue el hecho de que pese al cariño que ambos se tenían, nunca llegué enterarme
de su existencia por mi madre.
Ciertamente no me interesa
la relación entre mi madre y ese personaje, sino el hecho de que ella nunca me
haya hablado de él.
Es cierto que nos cruzamos
con cientos de personas a lo largo de nuestras vidas y es normal que
consideremos innecesario recordar a todas y cada una de ellas y mucho menos
contarle a otros la conexión que llegamos a tener con cada uno de esos
individuos.
Tal cosa me hizo caer en
cuenta de que nuestra existencia es mucho más efímera de lo que parece ya que no
se necesitan un montón de años después de nuestra muerte para que inicie el proceso
de ser borrados de este mundo.
Este proceso de ser olvidados
en el tiempo comienza mucho antes de nuestra desaparición terrenal, y muchas
veces es por parte de personas que han sido muy allegadas a nosotros, a quienes
les hemos tenido gran aprecio o incluso, con personas con las hemos llegado a
vivir bajo el mismo techo.
Y esto se debe a que de forma
consciente o inconsciente, no consideráramos necesario volver a mencionar a ese
alguien a otros, de manera que en algún momento el tiempo se encargará de simplemente
desvanecer la existencia de tal relación.
Conclusión: Podemos ser una parte
importante en la vida de alguien pero en algún punto, a los ojos de otros, no
haberlo sido nunca. Y así, poco a poco nos vamos borrando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario